domingo, noviembre 06, 2005

Tranquil, Jordi, tranquil

Son las 8 y 20 de la tarde del 23 de febrero de 1981. La democracia española y la Constitución que nos hemos dado está prisionera, en manos de unos pistoleros golpistas que dicen actuar en nombre de la unidad indivisible de España, de su destino único en lo universal, de palabras rancias e himnos caducos. Los representantes de nuestra soberanía están encarcelados en el propio edificio donde se simboliza nuestra soberanía como pueblo. ¿Y el pueblo? El pueblo contiene la respiración. Sin noticias del Rey, sin la voz de ningún político, amordazados todos ellos, y con los tanques ya en las calles.

Pero a esa hora, un político feo y bajito levanta su voz, que vuela de radio en radio por todas las tierras de España. Es Jordi Pujol, presidente de la restablecida Generalitat de Catalunya. Acaba de hablar con el Rey, quien sobre el control de la situación le ha dicho: "Tranquil, Jordi, tranquil". Y Pujol difunde el mensaje. Lo hace con contundencia, pero también con serenidad. Serenidad, dice, es lo que hace falta en estas horas importantes.Y aquí estamos, otra vez. Serenidad es lo que hace falta hoy en España, de nuevo. Ni la democracia ni la Constitución, ni siquiera la unidad de España, están en peligro. Sobra ruido y falta debatir sobre las ideas. Pero desde la serenidad. Hagámoslo.